Cuando un grito se alza sobre la sala, no es nada comparado con lo que vendrá después. Un verdadero mundo o submundo. O cuarenta y cinco mundos más el mío. Más el mundo de La Miss. Uno de ellos entrega las calificaciones de la clase anterior. Enormes círculos erráticos, de borde rojo con dos números en su interior acompañan cada hoja que después de ser entregada irá a parar adonde va a parar todo lo que no sirve para nada o lo que se sabe que sirve. La puerta se abre. Alguien sale.Uno camina. Otro grita. Todos escuchan música. Otros conversan con el compañero del lado, con el compañero del frente, con el de la otra fila de bancos, con la gente que pasa por el patio. Una melodía inglesa o gringa sale del radio de La Miss, no sé con qué propósito. Nadie se escucha ni a si mismo. Por el ventanal de muro a muro, veo un par de semáforos. Incansables. Sonó el timbre que cambia de la hora quinta a la sexta. Agradezco no haber salido antes a este circo. Verde. Rojo. Verde. Rojo. Cansado. Incansable. Resignado. El semáforo detiene el tráfico. El ruido no se va y no se va. Ni el semáforo en rojo hace que guarden silencio. Basura. Por todos lados basura. La misma basura que recogen a cada rato, es la misma que cae, entre los bancos, entre las sillas, entre los pies. Pendraibs, emepecuatros, audífonos, manoslibres, teléfonos, teléfonos y más teléfonos. En la sala completa se escucha un comercial de radio, pero los ruidos de los cuarenta y cinco puede más. Tal vez sean menos. Tal vez sean m´s. Tal vez más de otra alma quiere no estar acá, en el tercer piso de esta máquina de domesticar. Verde. Rojo. Verde. Rojo. ¿Incansable?. ¿Cansado?. Cansado sin aún empezar. A un costado de mi, uno de los cuarenta y cinco dibuja magistralmente. Se motiva a si mismo. Conversa con si mismo. Lo se por el ejercicio de sus ojos y manos. Son caricaturas creadas para representar un cuento con nombre inglés. La cuadricula del piso no luce nada de perspectiva en medio de noventa pies, más de ciento cincuenta patas de sillas y patas de mesas. La radio suena. La sala suena y no deja de sonar. La calle afuera suena con sus autos acompañantes, con sus motores acompañantes. Verde. Rojo. Verde. Rojo. Y mis ojos no se cierran. Y mis oídos no se cierran. En ellos el caudal que transforma los sonidos, se ha convertido en un caos. Un caos. Un caos. Mi lápiz se desliza. Se desliza. Hay algunos seres serenos que desde su pupitre miran más de lo que yo veo. La universalidad de las cosas me ha coartado la mitad de la libertad que tuve cuando fui parte de los cuarenta y cinco en algún momento. En medio de este espectáculo nadie se dio cuenta que el más desordenado está tranquilo. Solo en un rincón. Ni el mismo se molesta al parecer. Con tantas ganas también sacaría mis audífonos para mandar esta realidad tangible a lo más lejano donde llegue la luz. O donde comience la oscuridad. La oscuridad da calma. EN CASO DE DUDAS, CONFIRMAR CON EL CUIDADOR DEL CEMENTERIO. Hay algo más complejo que el no querer estar acá: no querer estar en ningún lado. El lenguaje en el lenguaje tiene más locura que cordura. Este palabreo enfermo de este enfermo me hace pensar que nunca tendré calma. Observo y observo. Escribo unas cuantas líneas y el verde ya no lo es. Con el rojo desaparece. Y la bic roja de La Miss va en dirección a la hoja de calificaciones del libro. Garrapatea en los confines de esa cuadrícula por algunos segundos siguiendo algún apellido según el abecedario. El semáforo en rojo por la proximidad del mediodía provocó una fila de ruedas detenidas en el asfalto. Aquí adentro, más de una camisa afuera. Más de un olor a peste y cuarenta y cinco olores distintos. Ya viene el timbre, ya viene. Ya viene el silencio. Ya viene. Se pseudo ordenan las sillas. El semáforo otra vez a rojo. Otra vez a verde. Otra vez.
2 comments:
me di un ligero paseo por este y tu otro blog :) me gusta como escribes.
cuidate
saludos
listo :P eso seguia, gracias por leer :)
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